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El Falso Evangelio del Cristianismo Carnal (II)

El engaño del cristianismo carnal

Me siento muy triste por las tinieblas espirituales de nuestra época y la indiferencia por la santidad y por una vida de piedad que vemos tanto entre los que profesan ser cristianos. Al enfrentar esta triste condición espiritual, mi alma clama a nuestro Dios viviente: “¡Oh Señor, abre los cielos y ven; en tu ira recuerda la misericordia, derrama sobre nosotros tu Espíritu, porque necesitamos ya mismo tu Gracia redentora!”.

Nunca han existido en la tierra tantos cristianos nominales como ahora. Nunca ha habido un porcentaje tan pequeño de creyentes verdaderos. Desde los días de la Reforma no se ha visto a la cristiandad tan abarrotada de los que tienen una apariencia de piedad, pero que desconocen Su poder transformador. Dudo seriamente que haya habido una época cuando hayan existido tantas almas engañadas fuera y dentro de las iglesias, que creen que sus almas están en paz con Dios cuando, en realidad, son objeto de la ira de Dios.

Apariencia de piedad

Los versículos que hemos enfocado de 2 Timoteo 3 se aplican a la condición que hallamos hoy en la cristiandad, tal como lo expresa el versículo 5: Tienen “apariencia de piedad”, pero niegan “la eficacia de ella”. En la actualidad hay más conocimiento (no de intimidad, sino del saber intelectual) que nunca de la Palabra de Dios, porque por todos lados hay estudios bíblicos. Pero hay menos vida en Cristo que antes. Hay más profesiones de fe hoy que antes, pero menos santificación.

Casi pareciera que todos han nacido de nuevo, pero, ¿dónde están los frutos del nuevo nacimiento? Hay más ayunos, oraciones y predicaciones que antes, pero ¿dónde está la práctica y el poder de la verdadera religión de Cristo? Como dijo Isaac a Abraham: “He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero?” (Génesis 22.7). ¿Dónde está la vida a semejanza de Cristo? ¿Dónde están aquellos para quienes el Señor Jesucristo es un tesoro y una realidad viva?

Sí, vemos muchas obras y muchos deberes que cumplir; pero ¿dónde está la vida, el poder y la verdad? Ciertamente es la voz de Jacob —la cual dice lo “que se espera de él”— pero las manos son de Esaú, porque el hombre nunca ha sido transformado en una nueva criatura en Cristo Jesús. El problema en la actualidad es que la mayor parte de la cristiandad no ha vivido la convicción del Espíritu Santo, y por consiguiente, desconoce su condición pecaminosa delante de Dios, y Sus santos requisitos. Porque solo el Espíritu Santo de Dios le puede dar al hombre un corazón nuevo, una naturaleza nueva y el poder para apartarse de sus ídolos y volver a Dios. Sin la convicción del Espíritu Santo no hay un nuevo nacimiento. Y si no naces de nuevo, te pierdes la conversión; y si te pierdes la conversión, te pierdes el arrepentimiento; y si te pierdes el arrepentimiento, te pierdes la Fe salvadora; y si te pierdes la Fe salvadora, ¡te pierdes a Cristo!

Razones del engaño

La razón por la cual este evangelio falso del cristianismo carnal se ha extendido tanto y ha sido recibido tan ampliamente, es que no exige nada. Da “una apariencia de piedad”, una cobertura que permite a sus seguidores entregarse a cualquiera de los pecados mencionados en 2 Timoteo 3.2-4, y seguir afirmando que son salvos y van rumbo al cielo. Y sabemos que el Espíritu Santo está describiendo aquí a estos supuestos “cristianos” y no al mundo, porque en el versículo 5 dice que “tendrán una apariencia de piedad”.

¿Por qué tantos en la actualidad viven engañados respecto al camino de Salvación de Dios? Porque no saben que ser regenerados es un imperativo. “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3). Sí, la gente usa hoy la frase “nacer de nuevo”, pero no sabe lo que significa. Cree que es algo que uno hace, como expresar una decisión, un compromiso o dedicación. En cambio, el nuevo nacimiento es algo que Dios realiza. ¡Depende completamente del poder y de la Gracia de Dios! En la Regeneración, el pecador es pasivo, pero en la conversión cumple un papel activo en el acto de creer, arrepentirse y volver a Dios dejando atrás sus pecados. Así que, la persona cree y se arrepiente en la conversión por haber nacido de nuevo por obra del Espíritu Santo de Dios. Esa es la evidencia de su Regeneración. No nace de nuevo por haberse arrepentido y por haber creído, sino que cree y se arrepiente porque ha nacido de nuevo por el Espíritu de Dios. ¡Es obra de Dios y no del hombre!

¿Por qué tantos en la actualidad viven engañados respecto al camino de Salvación de Dios? No saben que tiene que haber una nueva creación, un milagro de Gracia obrado en el alma del hombre para convertirlo en una criatura nueva, para que pueda decirse de él: “las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas”. La Nueva Jerusalén es para criaturas nuevas. El cielo es un lugar preparado para un pueblo preparado, y no para los que solo tienen una apariencia de piedad, sino para los que tienen un nuevo corazón y una nueva naturaleza, o sea, los que han sido transformados por el poder del Evangelio de la Gracia de Dios en Cristo.

Los hombres viven engañados porque ignoran que Dios tiene que comunicarle al corazón un principio de santidad antes de que pueda haber un afecto santo, acciones santas o frutos santos. Y ciertamente, sin la santidad, nadie verá al Señor (Hebreos 12.14). Por naturaleza, nadie tiene ni un ápice de santidad. Para tenerla, el poder del Espíritu de Dios tiene que obrarla en el corazón. Por esta razón, uno tiene que experimentar Su obra de convicción, para convencerse de que, en sí mismo, no tiene ningún mérito ni justicia aceptable delante de Dios. Este le muestra que lo único que puede traerle es pecado, ¡porque eso es la suma de lo que es! Como nos dice Isaías 1.5, 6: “Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente, desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite”.

Tan ignorante es la gran mayoría de la gente hoy respecto al camino de Salvación de Dios, y tan enceguecida está por su amor al pecado, que no se toma el tiempo para escuchar la Palabra de Dios que declara que uno tiene que negarse a sí mismo para ser seguidor de Cristo (Mateo 16.24). Esto significa renunciar a nuestra propia sabiduría, justicia, fuerza, nuestros deseos, voluntad e intereses (Romanos 5.6; Isaías 64.6). Efectivamente, por medio de la obra del Espíritu Santo en nosotros, tenemos que ser cortados de todo lo que es de la carne y vernos como pecadores perdidos delante de Dios. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19.10).

¿Nunca has estado perdido, perdido espiritualmente delante de Dios, sin saber cuál es la salida de la ruina que es tu condición espiritual, de la cual, en el nombre de Cristo, Dios te tiene que salvar o de lo contrario estarás perdido para siempre? ¿Nunca te ha salvado Cristo, a ti, el pecador perdido?

Si tu respuesta es negativa, esta es la razón por la cual te perdiste a Cristo, y explica por qué Él no es real ni de inmensurable valor para ti. Es porque nunca has visto tu condición arruinada y perdida delante de Dios. Cristo es el único que salva a los pecadores. ¡Únicamente Él murió por los pecadores!

Los hombres viven engañados por este evangelio falso del cristianismo carnal porque nunca han sabido que tienen que renunciar al mundo antes de poder seguir a Cristo. “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2.15). También tiene que haber una crucifixión del mundo para nosotros, y de nosotros para el mundo. De otra manera, nunca poseeremos las bendiciones de la propiciación hecha por Cristo en la cruz (Gálatas 6.14).

Además, los hombres viven engañados porque no saben que para caminar con Cristo en esa unión permanente, viva y perdurable, uno tiene que arrancarse el ojo derecho y cortarse la mano derecha, o sea, que tiene que haber una mortificación de la carne con todos sus afectos y lascivias en las cuales morimos diariamente (Mateo 5.29, 30).

Los que viven engañados por este evangelio falso no saben que tienen que tomar la cruz si es que van a seguir a Cristo, y que este acto le costará sus amigos impíos, generará la burla de los que profesan ser religiosos y muchas lágrimas y tristezas (Lucas 14.27). No saben que la vida cristiana es una batalla muy reñida y una lucha continua (Efesios 6.12); es una carrera que hay que correr con paciencia (Hebreos 12.1). Tampoco son dados de baja en el ejército de Cristo (Eclesiastés 8.8). No saben que Dios requiere la verdad en el ser interior, lo cual se expresa en una vida de renunciación. Si los que profesan ser cristianos en la actualidad supieran todas estas cosas, no estarían tan confiados en cuanto al Cielo, cuando en realidad desconocen los requisitos del Reino de los Cielos. Prefieren abrazar un evangelio que nada les exige, y seguir por el camino ancho que lleva al Infierno, engañados por el falso evangelio del cristianismo carnal.

El verdadero Evangelio requiere arrepentimiento

El verdadero Evangelio de la Gracia de Dios requiere arrepentimiento, o sea que tienes que deponer tus armas de rebelión delante de Dios. Aquí es donde aprendes a aceptar tu responsabilidad por tus pecados y tu condición perdida. No puedes echarle la culpa a tu madre, a tu esposa, tu marido, tu hermana, tus hijos, tu ambiente, ni a tu propia incapacidad, sino que tú mismo tienes que aceptar tu culpa y declarar tu culpabilidad delante de Dios. Tienes que confesarle los detalles específicos, no generalidades: “¡Dios, oh mi Dios, robé aquellas cosas, tomé tu nombre en vano, mentí, cometí fraudes, no aguanto a mi madre, no aguanto a mi hermana, soy un adúltero, soy una adúltera, soy culpable de incredulidad y de mi naturaleza tan mala!” ¿Ves? Así se confiesan los pecados. Se expone totalmente delante de Dios todo lo que hay en el corazón y se acepta la responsabilidad por los pecados. Efectivamente, nos acercamos a Dios como lo hizo David en el Salmo 51.4: “Contra ti, contra ti solo he pecado. Y he hecho lo malo delante de tus ojos”.

Segunda Corintios 7.11 describe el arrepentimiento que agrada a Dios y que produce en nosotros una tristeza que agrada a Dios, porque es una tristeza por haber pecado contra Dios. Lo describe como un arrepentimiento que produce solicitud, defensa, indignación, temor, afecto ardiente, celo y vindicación. Esta tristeza que agrada a Dios produce estos frutos del arrepentimiento a medida que el Espíritu Santo va obrando en nosotros, mostrándonos nuestros pecados delante de Dios.

  • Primero, obra una solicitud en nosotros —solicitud por confesar cada pecado y presentarle a Dios todo lo que hay en nuestro corazón;
  • Segundo, obra una defensa de lo justo delante de Dios —esto es ser sincero con Dios, confesándole todo, sin esconderle nada, abandonando cualquier defensa de nosotros mismos y aceptando que somos culpables de nuestros pecados;
  • Tercero, tenemos la palabra indignación —indignación contra el pecado, un odio contra él, un clamor en su contra y un huir de él;
  • Cuarto, vemos la palabra temor —el temor al pecado, el temor de pecar y el temor de añadir iniquidad sobre iniquidad;
  • Entonces surge un ardiente afecto —el deseo de no tener nada más que ver con el pecado y el anhelo de conocer a Cristo. En otras palabras, ansiamos a Cristo y la Salvación más que a cualquier otra cosa en el mundo;
  • Luego vemos el celo —un celo por luchar contra el pecado y huir de él;
  • Y por último, está la palabra vindicación —un cuidado por reconocer la justicia de Dios en enviarnos al infierno como castigo por nuestros pecados.

Aplicación

¿Nunca le has pedido a Dios que tomara venganza contra tus pecados? ¿Nunca le has confesado que si recibías el castigo que merecías, te irías al infierno? En otras palabras, quieres que Dios sea justo en lo que haga contigo, sea lo que fuere. Cuando llegas a este punto, confesando tu culpabilidad delante Dios, puedes estar seguro de que Dios tendrá piedad de ti por causa de Cristo, porque tuviste verdadero arrepentimiento —el que Dios requiere y provee.

Con todo esto, hemos visto algunas de las razones por las cuales muchos viven engañados hoy por este evangelio falso del cristianismo carnal. Porque no conocen el camino de la Gracia y de la Salvación de Dios, ignoran el poder del verdadero Evangelio, ignoran el poder de la sangre de Cristo y la realidad, la hermosura y la gloria de este Cristo resucitado. No hay una unión vital y viva entre sus almas y el Señor Jesucristo.

Los resultados fatales del cristianismo carnal

Llegamos ahora a 2 Timoteo 3.5-9 donde vemos el resultado fatal del evangelio falso:

“Tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita. Porque de estos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias. Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad. Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también estos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe. Mas no irán más adelante; porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquellos”.

Maestros falsos

Consideremos primero la expresión en el versículo 6: “Porque de estos son”. Aquí la palabra “estos” se refiere a los predicadores, maestros, evangelistas, ganadores de almas y consejeros que han escuchado este falso evangelio del cristianismo carnal y viven bajo su poder. Tienen una apariencia de piedad, pero niegan la eficacia de Dios para romper el poder del pecado sobre ellos. Son “ciegos guías de ciegos” que predican y enseñan errores y doctrinas falsas, incluyendo herejías destructoras y, por consiguiente, llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, y son arrastrados por diversas concupiscencias. Habiendo ellos mismos acogido este evangelio falso, lo comienzan a enseñar, a predicar, a alimentar a otros haciéndolos dos veces más hijos del infierno que ellos mismos (Mateo 23.15). No solo proclaman estas doctrinas falsas y estos errores desde el púlpito, sino que tienen mucho éxito en meterse en las casas para atraer a las mujeres, llamadas aquí “mujercillas”, (o sea, mujeres muy inmaduras espiritualmente), que siempre están aprendiendo pero nunca pueden llegar a comprender la verdad acerca de sí mismas, ni acerca del Dios santo quien aborrece el pecado.

También tenemos una descripción de estos en 2 Pedro 2.1-3, 14, 15, 19: “…habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme… Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad… Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció”.

En estos versículos vemos nuevamente que estas personas que han aceptado este evangelio falso de “meramente creer” y del cristianismo carnal, son los que ahora lo proclaman. Estos son los que obran en oposición a la Gracia de Dios, al amor de Dios y a la santidad de Dios, por llevar cautivas a estas mujercillas cargadas de pecados. Las desvían con sus muchas lascivias y sus prácticas inmorales, a una vida que lleva a la destrucción. Les enseñan un camino que no les exige nada en cuanto a sus pecados, en cambio las encaminan hacia el pecado al afirmar: “Una vez salvo, siempre salvo. La sangre de Cristo lo cubre todo, vivas como vivas”.

¿Libertad?

Te prometen libertad, pero no has renunciado al pecado, ni has dado “frutos dignos de arrepentimiento”, ni has deseado una vida de santidad. Tampoco has reconocido el dominio mortal que el pecado tiene sobre ti. Ellos quieren controlarte para que sigas sus sendas perniciosas, su inmoralidad y su lascivia desenfrenada. Y tal como Satanás sedujo a la mujer Eva y luego a Adán, su marido, seduce hoy a través de estos falsos predicadores y maestros a las mujeres, y no solo a las mujeres, sino a todos los que siguen las sendas perniciosas de sus falsos pastores (2 Corintios 11.3, 13-15).

Hace muchos años que observo y aconsejo a hombres y mujeres, y he observado la vida de algunos misioneros, predicadores, maestros y miembros de la iglesia. Lo que más me ha entristecido, es ver que el pecado que más prevalece entre ellos es este pecado de la lascivia desenfrenada, el adulterio, la fornicación, el amor libre, caricias y besos, y todo lo hacen supuestamente justificados por la “libertad” en Cristo. Se justifican diciendo: “Estamos bajo la gracia y no bajo la ley. El pecado no es motivo de preocupación, porque mis pecados han sido agregados a la cuenta de Cristo. Todo esto se solucionó cuando fui salvo. Ya no tengo que confesar mis pecados, porque 1 Juan 1.9 no es para el creyente, sino para el pecador. ¡El pecado me tiene sin cuidado!”. Sí, te prometen a ti libertad mientras ellos mismos son esclavos de la corrupción.

Entre más se sumen a la iglesia hombres y mujeres, jóvenes, niños y niñas con una profesión de fe de labios solamente sin tener un conocimiento vital del pecado o del arrepentimiento, más cundirá este pecado de lascivia; más estos falsos profetas resistirán a la verdad y la taparán con injusticia e impiedad. ¡Con razón Pablo dice que son hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la Fe! “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra” (Tito 1.15, 16).

Esta es una descripción muy triste que vemos en las páginas de las Sagradas Escrituras en cuanto a los hombres y a las mujeres quienes detienen con injusticia la verdad, presentándose como “cristianos” mientras practican secreta o abiertamente los pecados de adulterio, fornicación e inmundicia. Y lo fatal de todo esto es que los hombres tergiversan las Escrituras para justificar sus propias prácticas pecaminosas, y para poder seguir pecando creyéndose seguros del Cielo.

Quiero ilustrarte esto: Escuché de cierto señor que pastoreaba una iglesia donde, al poco tiempo, se supo que era un homosexual activo. Los ancianos lo obligaron a admitirlo, y luego le pidieron que dejara el pastorado. Entonces él les hizo algunas preguntas:

—Señores, ¿no creemos que si alguien tiene la experiencia del bautismo del Espíritu Santo y habla en lenguas, es salvo? Le respondieron que sí.
—Bueno, ¿acaso no me vieron recibir el bautismo del Espíritu Santo y hablar en lenguas? Nuevamente le respondieron que sí.
—Bueno, si he hablado en lenguas y tengo el bautismo del Espíritu Santo, soy salvo. Entonces, si Dios acepta mi manera de vivir, ¿por qué no la aceptan ustedes?

Todos bajaron la cabeza, ¡y él siguió en el pastorado! Estos hombres y el “pastor” desobedecieron las Sagradas Escrituras, porque el sodomita, el homosexual, es una abominación al Señor (Deuteronomio 23.17, 18). Dios no salva al hombre en sus pecados, sino de sus pecados, y le da un odio por ellos. El que todavía los ama y los practica, ¡puedes estar seguro de que vive engañado!

También conocí a un “pastor” que decía que Dios le había dicho que dejara a su esposa e hijos para vivir con otra mujer de su congregación, a fin de poder tener más tiempo para predicar sin el estorbo de una familia numerosa. ¡Dios no le había dicho semejante cosa! Había tergiversado las Escrituras para su propio provecho. Esto es lo que dice la Palabra de Dios: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos 13.4). Y en 1 Corintios 6.18 Dios nos dice: “Huid de la fornicación”. Él no le da licencia a nadie para aprovecharse de ninguna mujer cargada con la culpa del pecado por diversas concupiscencias, y decirle: “A Dios no le molesta que demos rienda suelta a nuestros sentimientos, porque ciertamente esto no es lascivia, sino amor. ¿Acaso no somos uno en el cuerpo de Cristo? Entonces, ¿por qué no podemos ser uno en nuestros sentimientos mutuos?”. ¡Dios juzgará a los que se aprovechan del ministerio sagrado para usarlo como un disfraz detrás del cual se entregan a sus concupiscencias!

Aplicación

Nuevamente repito: Debemos tener cuidado con esta religión que pone el énfasis en las emociones, porque si las emociones no se dirigen a Dios y a Su gloria, siempre llevarán a la satisfacción de la naturaleza carnal. Nos excitamos cuando comenzamos a abrazarnos y besarnos, diciendo: “Somos miembros de una misma familia, la familia de Dios, y por lo tanto, está bien hacer esto”. Eso solo lleva a la sensualidad, y a entregarse al placer sensual y a la lascivia. Yo he visto los resultados de esto con mis propios ojos, y no es nada bonito. ¡Y cuánto más lo debe aborrecer Dios!. Si tuviera tiempo, podría contar más anécdotas de situaciones que he observado, porque he visto muchas, pero, con lo dicho basta.

Yo mismo tengo que clamar al Dios vivo para que me guarde y sostenga por medio de su Espíritu Santo, y para que no me deje caer en esta misma trampa, porque soy un hombre sujeto a las mismas pasiones como cualquier otro hombre. Todos los días atiendo las palabras: “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe…” (2 Timoteo 2.22). “Sé ejemplo de los creyentes, en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4.12). “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4.8).

Este mensaje no solo es para cada hombre que profese ser un embajador de Cristo, a fin de que cumpla bien su obra, sino que es también para mi propio corazón, para que me guarde sin mancha del mundo (Santiago 1.27), para hacer todo para la gloria de Dios. Y es también para cada mujer que busca conocer la verdad de Dios, y para ti, para que tengas cuidado en poner a prueba los espíritus, para que no te dejes llevar por cualquier doctrina. En realidad, este mensaje es para probar nuestro corazón, para ver si estamos en Cristo, y si hemos recibido Su Evangelio, o si hemos sido engañados por este evangelio falso, que es un evangelio diferente que lleva al infierno.

Extracto del libro del pastor L. R. Shelton, Jr., titulado True vs False Gospel. L. R. Shelton, Jr. (1923-2003) nació y creció en Nueva Orleans, Louisiana, donde más tarde fue co-pastor en la iglesia Bautista de su padre. Aunque él no tuvo la oportunidad de asistir a la universidad o a un seminario, en su juventud disfrutó los escritos de Spurgeon, Pink, los puritanos, y Lloyd-Jones. En 1970 empezó la plantación de una iglesia, una librería cristiana, y el esparcimiento del Evangelio en Litchfield, Minnesota. Allí se le fue impuesta carga por Dios para compartir la literatura cristiana clásica de los siglos pasados gratuitamente en todo el mundo, y comenzó a reproducir folletos de sermones en un mimeógrafo. En 1978 el pequeño ministerio fue trasladado a Pensacola, Florida, donde se fundó la iglesia Mount Zion Bible Church. En los años siguientes se añadieron varias imprentas, el ministerio a las prisiones (1984), el ministerio de la cinta de audio de Chapel Library (1987), la revista trimestral de Portavoz de la Gracia (1988), el Instituto Gracia (1988), y el Instituto Bíblico Mount Zion (1995).