El falso evangelio del cristianismo carnal se basa exclusivamente en la creencia que existen dos clases de cristianos en el mundo de hoy: los carnales y los espirituales. Uno de los factores principales es la interpretación equivocada de las palabras de Pablo en 1 Corintios 3.1-4. Consideraremos estos versículos a la luz de Romanos 8.5-9 que declara que los que hacen del vivir en la carne una práctica, no pueden agradar a Dios (v. 8), y por lo tanto, están espiritualmente muertos.
El “cristiano carnal” en 1 Corintios 3
“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Corintios 3.1-4).
En primer lugar, queremos mirar estos versículos teniendo en cuenta el contexto de la epístola entera de 1 Corintios. Esta carta fue escrita para corregir varios errores que habían surgido en la iglesia en Corinto. Encontramos estos errores y pecados en 1.11; 5.1; 7.1; 8.1; 11.18; 12.1 y 15.12. El Apóstol Pablo los encara a fondo, y les pide a sus lectores que se arrepientan y analicen: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13.5). Después de contarles la historia de Israel en el desierto, les advierte: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10.12).
Consideremos ahora el contexto inmediato de 1 Corintios 3. En los últimos siete versículos del capítulo 2, el Apóstol, inspirado por el Espíritu, nos enseña que nadie puede conocer las cosas de Dios a menos que el Espíritu Santo se las enseñe, lo cual realiza por medio de comparar las cosas espirituales con lo espiritual de la Palabra de Dios, y por consiguiente, nos salva por la Gracia de Dios y nos da la mente de Cristo. Nota que en estos versículos, Pablo los llama “hermanos”, y les dice que no puede hablarles como a cristianos maduros, sino como a niños espirituales que se alimentan de leche y no de carne. Por ser niños, deseaban la leche sincera de la Palabra (1 Pedro 2.2) por medio de la cual estaban vivos y eran espirituales para Dios. Pero al caer en este error de gloriarse en los hombres, (ya sea Pablo, Apolos o Pedro: 1.12; 3.4, 21, 22), demostraban su naturaleza carnal; y él deseaba mostrarles su error y llevarlos al arrepentimiento. Esto lo hacía para que maduraran y llegaran a ser cristianos adultos y ya no entristecieran más al Espíritu Santo quien moraba en ellos (6.19).
Aquí tenemos que recordar nuevamente la verdad de que era imposible que estos cristianos hicieran del pecado un práctica porque, de ser así, manifestaban que realmente no eran hijos de Dios, sino hombres perdidos que no conocían a Dios (1 Juan 3.9, 10). Aquí los reprende por cometer este error de gloriarse en los hombres. ¿Cómo lo sabemos? Lo repetimos: Por comparar las cosas espirituales con lo espiritual, tal como lo dice en los versículos 9-16 del capítulo 2.
Ejemplo
Esta es la razón por la cual los que enseñan y predican este evangelio falso del cristianismo carnal se equivocan completamente en cuanto a la verdad de la Palabra de Dios: porque no quieren comparar las cosas espirituales con lo espiritual. Edifican una doctrina falsa basados en algunos pasajes bíblicos, e ignoran la luz mayor que se encuentra en el resto de la Biblia. Sé lo que estoy diciendo, porque lo he escuchado con mis propios oídos. Recientemente, cuando volvía a casa después de predicar, oí por radio a un predicador tomar el pasaje de 1 Corintios 3.1-4 y predicar esta doctrina falsa del cristianismo carnal en una forma que jamás había oído. En esencia, decía esto:
“¡No dejen que nadie les engañe sobre estos versículos, porque ciertamente enseñan que hay dos clases de cristianos: una, la de los espirituales, y la otra, la de los carnales que andan conforme a la carne. Es cierto que los cristianos carnales son la plaga de la iglesia, hacen llorar a Dios porque no andan conforme al Espíritu, pero aun así son cristianos e irán al cielo cuando mueran porque han hecho una profesión de fe”.
¡Y siguió describiendo a estos cristianos carnales como individuos que no oraban, ni leían la Biblia, sino que participaban en los placeres sensuales del mundo, quienes asistían muy poco a la iglesia y casi nunca ofrendaban nada para la obra del Señor, que estaban sumergidos en el mundo y no se los podía distinguir de él! Decía que lo triste era que Dios no podía hacerlos cristianos espirituales, porque no quería interferir en su libre albedrío; que aunque no se habían entregado a Cristo como el Señor de sus vidas, ¡estaba obligado a llevárselos al cielo cuando murieran porque habían confiado en Él como su Salvador!
Mientras iba en mi auto oyendo la predicación de este evangelio falso, lloré, porque este evangelio falso estaba sellando a las almas preciosas en sus pecados, prometiéndoles el cielo cuando en realidad iban rumbo al infierno. Era una blasfemia, porque esta clase de “salvación” no da gloria a Dios, sino que pretende obligar a Dios a salvar a los rebeldes mientras continúan en sus pecados y se niegan a someterse a la autoridad de Dios como el Señor de todo.
Comencé a rogar al Señor que me diera fuerza para clamar en contra de esta falsa doctrina hasta la muerte, y presentar el verdadero camino de Salvación de Dios que pide una entrega total de todas las llaves de todos los cuartos de nuestro corazón, y que nos sometamos a Jesucristo como el Señor de nuestra vida que rompe el poder del pecado.
Carnal versus Espiritual en Romanos 8
Este predicador radial ignoraba totalmente la luz más amplia que la Palabra de Dios nos presenta en otros lugares. Dice Romanos 8.5-9:
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”.
Lo primero que podemos afirmar sobre estos versículos es que no enseñan que el Apóstol esté distinguiendo entre cristianos carnales y cristianos espirituales. ¡No! Está distinguiendo entre los regenerados y los no regenerados, los impíos y los justos, los salvos y los perdidos, los hijos del diablo y los hijos de Dios.
Muchos enseñan que estos versículos indican que hay cristianos carnales, cuya manera de vivir es habitualmente “según la carne”, y cristianos espirituales, cuya manera de vivir es habitualmente “según el Espíritu”. Según Romanos 8.3-4 tal enseñanza es un error: “Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado”… ¿con qué propósito? “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros”. ¿Y quiénes somos nosotros? Los que “no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Es que la justicia de la ley se cumplirá en los hijos de Dios, pero esta es la razón por la cual Cristo murió y resucitó. Y vuelvo a preguntar: ¿En quiénes se cumple esta justicia? ¡Sólo en los que han nacido por el Espíritu de Dios y están en el Espíritu, viviendo según el Espíritu y no según la carne!
Lo repetimos: “Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8.5). ¿Qué significa aquí la palabra “carne”? Significa la naturaleza humana caída, o sea, la naturaleza humana como es antes de que el Espíritu Santo comience a obrar en una persona. Es el hombre solo: nacido, criado y desarrollado en la vida de este mundo sin la actividad de Dios en su vida. Es dominado por la naturaleza que tenía cuando nació. Aquí dice que este hombre carnal “piensa en las cosas de la carne”. No es que piense en ellas de vez en cuando, sino que es su costumbre hacerlo, y su mente tiende a pensar en ellas. ¿Por qué? Porque son las cosas que más le gustan. Son las cosas que más le satisfacen y, por lo tanto, son las cosas que busca con todo el corazón. Así que el que piensa en las cosas de la carne es el que no conoce a Dios ni a Cristo; es el que tiene el entendimiento entenebrecido, y está alejado de la vida de Dios. En cambio, la tendencia y las costumbres de los hijos de Dios son procurar la justicia y la vida santa, por medio de la Gracia de Dios.
Romanos 8.6 dice: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. ¿Qué nos está diciendo aquí el Apóstol? Que el hombre que se ocupa de estas cosas está espiritualmente muerto. No es que sea un cristiano carnal que se va al cielo cuando muera por haber hecho una profesión de fe y haberse hecho miembro de una iglesia. ¡No! Está muerto en sus pecados, y va rumbo al infierno para ser objeto de la ira de Dios para siempre jamás, a menos que la Gracia soberana eche mano de él y lo convierta en un hombre espiritual. Sí, es muy cierto que está físicamente vivo, pero espiritualmente está muerto. Está completamente inconsciente de Dios y, por lo tanto, no lo incluye en sus pensamientos. Vive como si Dios no existiera. ¡Muerte espiritual es vivir fuera de la vida de Dios! En consecuencia, está muerto en vida, está meramente existiendo. Por eso se ocupa de las cosas de la carne, o sea, las cosas mundanas donde se ha expulsado a Dios, y es gobernado y controlado por su naturaleza caída. Está expulsado de la vida de Dios por toda la eternidad. No podemos contemplar peor destino que ese. Eso es lo que significa muerte espiritual.
Nota ahora lo que dice el versículo 6 sobre el hombre espiritual: se ocupa de las cosas espirituales, y tiene la “vida y paz” eternas. Está vivo para con Dios. “Y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17.3). Y Romanos 8.7 dice: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”. Esto explica por qué los designios de la carne son muerte. Si alguien es enemigo de Dios, es decir, si vive demostrando una rebeldía activa contra él, resulta obvio que está fuera de la vida de Dios. Esto significa que está espiritualmente muerto.
Considero estos versículos como una evidencia positiva de que el Apóstol no está comparando dos clases de cristianos ni haciendo un contraste entre ellos, sino que está comparando y haciendo un contraste entre el incrédulo —el hijo del maligno, inconverso y perdido— y el cristiano —el hijo de Dios, salvo y seguro en Cristo. Debes comprender que uno no puede estar enemistado con Dios y ser al mismo tiempo cristiano. No, no existe tal cosa como un cristiano “carnal”, porque todos los cristianos son hombres espirituales que han nacido del Espíritu, y han recibido un corazón nuevo y la misma naturaleza de Dios. Por lo tanto, vemos por qué no podemos tener una doctrina como el cristianismo carnal basándonos en un pasaje bíblico como 1 Corintios 3.1-4. Dios ha dado una luz más amplia en Romanos 8.5-9 que nos demuestra que tal doctrina no existe.
El hombre espiritual en Romanos 8
En Romanos 8.5-9, el Apóstol contrasta vívidamente al hombre espiritual, el verdadero cristiano, con el hombre carnal que se ocupa de las cosas carnales (v. 5), está en un estado de muerte espiritual (v. 6) y está en enemistad (rebelión activa) contra Dios. Tal persona no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede hacerlo (v. 7); y además, no puede agradar a Dios (v. 8). Por lo tanto, es repugnante para Dios y está sujeto a Su justa ira a menos que la Gracia soberana intervenga y lo convierta en una criatura nueva en Cristo.
“El ocuparse del Espíritu es vida”
En el versículo 9, el Apóstol declara algo que nadie puede contradecir ni ignorar, ni tampoco puede tergiversar su significado: “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”. ¿Por qué? Porque si un hombre ha nacido de nuevo, ha sido regenerado por el Espíritu de Dios, es un hombre espiritual. Dios ha hecho algo por él y en él. El Espíritu Santo mora en él. ¡Cambia todo el rumbo de su vida! ¡Porque ahora mora en él la misma vida de Dios!
Dios nos dice en Ezequiel 36.26, 27: “Os daré un corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”. Efectivamente, esto es algo que Dios hace por nosotros, no algo que hacemos nosotros. Es una obra que causará que deseemos vivir según el Espíritu y procurar la piedad, la justicia y la verdadera santidad. Es una obra de Gracia de principio a fin, y le da la gloria a Dios. El versículo 27 es enfático: “Y haré que…guardéis mis preceptos y los pongáis por obra”. Nos ocuparemos de las cosas del Espíritu, por la Gracia de Dios.
“El ocuparse del Espíritu es vida” (Romanos 8.6). Esta afirmación es la clave de toda la vida cristiana, y es la razón por la cual el verdadero cristiano ya no sigue “la corriente de este mundo” (Efesios 2.2), sino que sigue al Espíritu. Nuestro Señor dijo: “Y yo les doy vida eterna” (Juan 10.28; 17.2, 3), y “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10.10). Sí, esta vida es propiamente la vida de Dios que mora en los hijos de Dios. En consecuencia, por tener esta vida dentro de ellos, se pueden decir ciertas cosas acerca de ellos que no se pueden decir de los incrédulos, aunque estos parezcan muy religiosos y hayan hecho profesión de fe, rededicaciones o han manifestado experiencias especiales. Veamos cuáles son algunas de estas cosas en Romanos 8 que se refieren a los hijos de Dios.
Romanos 8
El versículo 1 enseña que el hombre espiritual ya no está bajo condenación porque ha pasado de muerte a vida; porque Cristo ha borrado totalmente las evidencias condenadoras de la ley que siempre lo acusaban. El Salvador las tomó y las clavó a Su cruz (Colosenses 2.14) y, por consiguiente, quitó la culpa y el castigo de todos los pecados de todo Su pueblo delante de un Dios santo. Luego lo purificó por medio de la Fe en Su sangre preciosa, y le proveyó un vestido de justicia sin mancha, con el cual se presenta delante de Dios, perfecto en Su Hijo.
El versículo 2 afirma que la ley del Espíritu de vida en Cristo ha librado al hombre espiritual de la ley del pecado y la muerte, de modo que ha sido librado de las consecuencias del pecado, o sea, de la muerte eterna. Se ha convertido en un siervo de Dios, cuyo fruto produce ahora santidad, y cuyo destino es la vida eterna (Romanos 6.22).
El versículo 4 enseña que la justicia de la ley se cumple en este hombre espiritual porque está en Cristo, y ahora puede vivir según el Espíritu. Como David, se deleita en la ley de Dios (la Palabra de Dios), y la intención de su vida es agradar a Dios, cumplir sus mandatos y producir fruto de santidad.
El versículo 5 nos dice que es un hombre que se ocupa de las cosas del Espíritu. Su mente piensa en las cosas de Dios; son las cosas que más lo alegran. Por eso las busca en la Palabra de Dios, en la comunión de los santos, en la adoración pública y en su vida privada de comunión con Dios.
El versículo 6 muestra que es un hombre que posee la misma vida espiritual de Dios, que tiene paz para con Dios por causa de su unión con Cristo y de su estado actual de Justificación. Ya no se encuentra en un estado de muerte espiritual odiando a Dios; sino que se deleita en Dios y pide que el Espíritu Santo obre en él “la plenitud de Dios” (Efesios 3.19) en la santificación progresiva en esta vida. Anhela que el Señor aumente su Fe para poder agradarle en todas las cosas porque sabe que los justos vivirán por la Fe y no por vista (Romanos 1.17).
Los versículos 12 y 13 muestran que no es deudor a la carne para vivir según la carne; porque si vive según la carne, la vida de Dios no está en él y morirá. Pero por ser que el Espíritu de Dios vive en él, anhela vivir según el Espíritu para mortificar las obras del cuerpo (las obras de la carne) a fin de poder vivir para Dios.
Los versículos 14 al 17 enseñan que debido a que es ahora hijo de Dios, la evidencia más grande que tiene para su alma de que esto es cierto, es que reconoce que el Espíritu lo guía: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios”. Tal persona ha recibido el Espíritu de adopción, por lo cual clama: “Abba Padre”. Sabe que Dios es su Padre, sabe que esto es real para él, porque el Espíritu Santo testifica con su espíritu de que esto es cierto. Por lo tanto, es heredero de Dios y coheredero con Cristo. Conoce la obra del Espíritu Santo en su interior, por la cual ha recibido las primicias de su herencia, y gime dentro de sí, esperando la redención de su cuerpo (v. 23).
Los versículos 24 y 25 muestran que sabe por experiencia que vive con esperanza, con la esperanza y la expectativa gozosa de la venida del Señor Jesucristo, quien le dará su cuerpo nuevo y se lo llevará para estar con Él eternamente en un lugar de reposo y santidad donde no habrá más pecado.
El versículo 28 declara la verdad: “Todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. El Espíritu Santo también le enseña al creyente que Dios lo había conocido de antemano en la eternidad, y que estaba incluido en el plan de predestinación para ser conformado a la imagen del amado Hijo de Dios. Y por haberlo predestinado, Dios también lo llama por medio de su Espíritu y lo justifica en Cristo, y en el día final lo glorificará para toda la eternidad en su bendito Salvador (vv. 29, 30).
También sabe que Satanás, el mundo, la carne y aún él mismo, no pueden presentar acusaciones en su contra delante de Dios, porque el que lo justifica en Cristo es el propio trino Dios. Y por ser uno de los escogidos de Dios, no será acusado jamás en el cielo. Lo recalcamos: sabe que Cristo no lo condenará porque murió por él, resucitó por él y está a la diestra de Dios como su Representante, donde vive para siempre e intercede por él hasta que llegue a la gloria (vv. 33, 34). Y luego, para sellar el pacto del amor y de la Gracia de Cristo para su alma, el hombre espiritual aprende de los versículos 35 al 39 que no existe nada que lo pueda separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús su Señor.
El hombre espiritual
Ahora bien, es debido a todo lo que el trino Dios ha obrado en su alma por medio del Espíritu Santo, y lo que le fue provisto en la sangre y la justicia de Cristo, que es un hombre espiritual —un hombre en quien mora el Espíritu Santo— y, por lo tanto, se ocupa de las cosas del Espíritu. Anhela andar en este camino de verdadera justicia y santidad. Aborrece cualquier otro camino, y desea manifestar las alabanzas de aquel que lo llamó de las tinieblas a la luz admirable de Su Gracia inmutable. Tal es la intención y el anhelo de su vida, y puede decir con el Apóstol Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2.20).
Pero el contraste en Romanos 8 es con el hombre que todavía se ocupa de las cosas de la carne y que vive según la carne y se considera a sí mismo un cristiano carnal. Nada sabe de las cosas que hacen que los hijos de Dios sean espirituales, porque solo pueden ser discernidas por los que han sido regenerados, los que han sido salvos por la Gracia, y por la Fe han iniciado una unión viva con Cristo. La pregunta es: ¿Vivimos nosotros según la carne o según el Espíritu? No existe ningún camino intermedio de cristianismo carnal, “porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8.6).
Mi última palabra y oración es que Dios, por medio de su Espíritu, antes de que sea demasiado tarde, despierte a cada uno que vive engañado por este error fatal del “cristianismo carnal”, que salve a cada uno de la ira venidera, que lo justifique solo por la Fe en el Señor Jesucristo, no por una fe aislada, sino por la Fe que produce el fruto de las buenas obras. Porque, según Santiago 2.17: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”. Y las Escrituras lo dicen claramente: “Sin la santidad, nadie verá al Señor” (Hebreos 12.14).
Extracto del libro del pastor L. R. Shelton, Jr., titulado True vs False Gospel. L. R. Shelton, Jr. (1923-2003) nació y creció en Nueva Orleans, Louisiana, donde más tarde fue co-pastor en la iglesia Bautista de su padre. Aunque él no tuvo la oportunidad de asistir a la universidad o a un seminario, en su juventud disfrutó los escritos de Spurgeon, Pink, los puritanos, y Lloyd-Jones. En 1970 empezó la plantación de una iglesia, una librería cristiana, y el esparcimiento del Evangelio en Litchfield, Minnesota. Allí se le fue impuesta carga por Dios para compartir la literatura cristiana clásica de los siglos pasados gratuitamente en todo el mundo, y comenzó a reproducir folletos de sermones en un mimeógrafo. En 1978 el pequeño ministerio fue trasladado a Pensacola, Florida, donde se fundó la iglesia Mount Zion Bible Church. En los años siguientes se añadieron varias imprentas, el ministerio a las prisiones (1984), el ministerio de la cinta de audio de Chapel Library (1987), la revista trimestral de Portavoz de la Gracia (1988), el Instituto Gracia (1988), y el Instituto Bíblico Mount Zion (1995).