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La Regeneración Decisional

¿Qué es la regeneración?

“El que no naciere de nuevo [1], no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3). Nuestro Señor Jesucristo enseñó que el nuevo nacimiento es tan importante que sin él nadie verá el cielo. Errores acerca de esta doctrina han sido muy destructivos para la Iglesia de Cristo. La regeneración, o el nuevo nacimiento, es una obra de Dios. No es una obra del hombre. No es algo que el hombre hace, pero algo que Dios hace. El nuevo nacimiento es un cambio traído en nosotros; no un acto hecho por nosotros. Esto está declarado tan hermosamente por el Apóstol Juan cuando en el primer capítulo de su evangelio él habla de los hijos de Dios como aquellos que “no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (v. 13).

¿Qué es “la regeneración decisional”?

La historia de la Iglesia cristiana ha visto muchos errores acerca del nuevo nacimiento. Estas enseñanzas se alejan de las Escrituras por atribuir al hombre la habilidad de regenerarse a sí mismo. Cuando estos conceptos falsos del hombre y del nuevo nacimiento son adoptados, las iglesias prontamente llegan a ser corrompidas con prácticas falsas. La iglesia Católica Romana, la iglesia Anglicana, la iglesia Luterana y muchas otras iglesias han sido corrompidas en diferentes tiempos y a diferentes grados con la enseñanza de la Regeneración Bautismal. Por razón de esta enseñanza errónea sobre la regeneración, estas iglesias han abrazado prácticas falsas.

En el siglo diecinueve pocas controversias eran tan candentes como la de Regeneración Bautismal. Es interesante notar que C. H. Spurgeon (1834-1892), el predicador más prolífico de ese siglo, imprimió más copias de su sermón denunciando la regeneración bautismal que cualquier otro en 1864. La Regeneración Bautismal enseña que el nuevo nacimiento es compartido por las aguas del bautismo. El sacramento es hecho por el hombre y está en su control.

Pero la Iglesia del siglo veinte tiene, en “la Regeneración Decisional”, una falsedad más sutil para combatir. “La Regeneración Decisional” se distingue de la Regeneración Bautismal solamente en el hecho de que coloca la certeza del nuevo nacimiento a un acto diferente. Esta doctrina, tal como la Regeneración Bautismal, ve el nuevo nacimiento como el resultado de un proceso mecánico que puede ser hecho por el hombre. Lo que se llama aquí “la Regeneración Decisional” en su manera engañosa ha penetrado mucho dentro de la Iglesia cristiana.

Nuestro propósito

Los métodos y la teología de aquellos que practican “la Regeneración Decisional” necesitan ser examinados, no con un espíritu malicioso, pero con un deseo ferviente para que todo el pueblo de Dios pueda ser uno en doctrina y práctica para la gloria de Dios. Nosotros amamos a todos los que están en Cristo; pero nosotros estamos en acuerdo de todo corazón con Charles Spurgeon:

La mejor manera de promover la unidad es promover la verdad. De nada nos servirá estar todos unidos juntos rindiéndonos a los errores de uno y del otro. Debemos amarnos uno al otro en Cristo; pero no deberíamos estar unidos a tal grado que no podamos ver las faltas del uno y del otro, y especialmente no poder ver las nuestras propias. ¡No! Purguemos la casa de Dios, y entonces los tiempos grandiosos y benditos amanecerán sobre nosotros. [2]

Entonces nuestro propósito no es dudar la sinceridad de algunos cristianos o de dañarlos, sino de unir a los cristianos en la verdad así como ella está en nuestro Señor. Solamente esta es la verdadera unidad cristiana.

Así como buscamos ansiosamente traer unidad a la Iglesia de Cristo, volvámonos de la falsedad a la verdad de Dios. La práctica de “la Regeneración Decisional” en la Iglesia debe ser expuesta para salvar a los hombres del engaño condenatorio de que, debido a que han “decidido” o “firmado una tarjeta”, ellos van a ir al cielo y ya no están bajo la ira de Dios. La pureza del Evangelio es de suprema importancia, porque esto solamente es el poder de Dios para salvación, y la base verdadera de la unidad cristiana.

La consejería

Quizás algunos todavía no entiendan que significa exactamente este término “La Regeneración Decisional”. Quizás algunos no estén familiarizados con los cursos de consejería que son enseñados por muchas organizaciones en este país y en el extranjero, y con las numerosas “Conferencias Para Ganar Almas” que están tomando lugar. En estas reuniones los consejeros son instruidos que el éxito de la consejería debe concluir con la absoluta seguridad de la salvación del individuo. Los consejeros frecuentemente son instruidos para asegurar al individuo que su salvación es cierta porque él ha orado la oración prescrita, y él ha respondido “sí” a todas las preguntas correctas.

Tenemos una ilustración de “la Regeneración Decisional” cuando un predicador popular actual prescribe un procedimiento de consejería. El dirige al “Señor Ganador” a preguntar a un inconverso al “Señor Blanco” una serie de preguntas. Si el “Señor Blanco” dice “sí” a todas las preguntas, a él se le pide que ore una oración prescrita y entonces lo pronuncian salvo. [3] La mayor parte de esta consejería resulta en el individuo siendo “regenerado” a través de su decisión. Este es esencialmente el mismo método usado mayormente en las cruzadas evangelísticas a través del mundo. Estas campañas son como fábricas enormes que producen tantas como diez mil “decisiones” en una semana.

El Señor Iain Murray, en su libro oportuno El Olvidado Spurgeon, muestra que este tipo de consejería es usado en la obra con la juventud:

Por ejemplo, un librito, que es muy distribuido actualmente en el evangelismo estudiantil, delinea ‘Tres pasos simples para llegar a ser un Cristiano’: primero, reconocimiento personal de pecado, y segundo, creencia personal en la obra substitutoria de Cristo. Estas cosas son descritas como preliminares, pero ‘el tercero es tan definitivo que al tomarlo me hace un Cristiano…Necesito venir a Cristo y reclamar mi porción en lo que Él hizo por cada uno.’ Este paso decisivo totalmente depende de mí, Cristo ‘pacientemente espera hasta que yo abra la puerta. Entonces Él entrará dentro…’ Una vez que hice esto puedo considerarme Cristiano inmediatamente. El consejo sigue: ‘Diga a alguien hoy lo que usted hizo.’ [4]

Hay muchas variaciones de este tipo de consejería, pero todas ellas tienen en común un elemento mecánico, tal como la repetición de una oración o la firma de una tarjeta, bajo la ejecución de tales el individuo es asegurado de su salvación. La regeneración de esta manera ha sido reducida a un procedimiento que el hombre ejecuta. Cuán diferente trató Jesucristo con los pecadores. Él no tenía un proceso de salvación instantánea. Él no hablaba a la gente con una presentación estereotipada. Él trató a cada individuo en una base personal. Nunca en el Nuevo Testamento encontramos a Cristo tratando con dos personas de la misma manera. Es iluminante comparar cuán diferentemente Él trató a Nicodemo en Juan 3, y luego a la mujer al lado del pozo en Juan 4. La consejería debería ser personal.

Hay una serie de otros problemas con la consejería mecánica. El Sr. Murray ha mostrado el hecho de que a base de esta consejería:

Un hombre puede hacer una profesión sin siempre tener destrozada su confianza en su propia habilidad; absolutamente no le fue dicho a él de su necesidad de un cambio de naturaleza lo cual no está dentro de su propio poder y, consecuentemente, si él no experimenta tal cambio radical, él no se acongoja. A él nunca le fue dicho que ello era esencial y entonces él no ve ninguna razón de dudar si él es un Cristiano. Verdaderamente, la enseñanza bajo la cual él llegó a estar milita consistentemente contra tales dudas surgentes. Frecuentemente se dice que un hombre quien ha hecho una decisión con poca evidencia de un cambio de vida puede ser un Cristiano ‘carnal’ que necesita instrucción en la santidad, o si el mismo individuo gradualmente logra perder sus intereses recién encontrados, la culpa es atribuida a la carencia del ‘seguimiento,’ o a la oración, o a otra deficiencia de parte de la Iglesia. La posibilidad de que estas marcas de mundanalidad y decaimiento se deben a la ausencia de una experiencia salvadora desde el principio es raramente considerada; si este punto hubiera sido anticipado, entonces todo el sistema de apelaciones, decisiones y consejería se hubiera derrumbado, porque traería a luz el hecho de que el cambio de naturaleza no está en el poder del hombre, y de que ello toma más tiempo que unas pocas horas o días para establecer si la respuesta profesada al Evangelio es genuina. Pero en vez de anticipar esto, se protesta diciendo que dudar si un hombre que ha ‘aceptado a Cristo’ es un Cristiano es equivalente a dudar la Palabra de Dios, y que abandonar las ‘apelaciones’ y sus adjuntos es abandonar el evangelismo del todo. [5]

La consejería de la “Regeneración Decisional” produce estadísticas que animarían a cualquier cristiano —hasta que él prosiga a los así llamados convertidos. En una experiencia quebrantadora de corazón, cuarenta “convertidos” de tal consejería fueron contactados y solo una persona de estas cuarenta fue encontrada que parecía ser un cristiano. Una dama pudo haber sido alcanzada, pero ¿cuáles fueron los efectos del encuentro sobre los treintainueve? Algunos de ellos puedan creer que sus destinos eternos fueron determinados por sus decisiones, lo cual es una confianza fatal si ningún cambio ha sido operado en sus corazones y vidas. Los otros pudieron haber concluido que ellos han experimentado todo lo que el Cristianismo tiene que ofrecer. Fracasando sentir y ver cualquier cambio prometido en sí mismos, ellos han sido convencidos de que el Cristianismo es un engaño y que aquellos que lo mantienen todavía son fanáticos ilusionados o hipócritas miserables.

Robert Dabney, uno de los grandes teólogos del siglo diecinueve, hizo unas observaciones muy penetrantes acerca de la desilusión de la gente que había sido aconsejada para hacer una decisión. Él dijo:

Algunos de estos individuos sienten que los ministros y amigos del Cristianismo han jugado una mala pasada a su inexperiencia al empujarlos así, en la hora de su confusión, hacia posiciones falsas, cuyas tareas ellos no las pueden hacer y obrar, y hacia profesiones sagradas las cuales ellos han sido obligados a repudiar vergonzosamente. Su propio respeto es entonces herido por los listos, y su orgullo es indignado por una exposición humillante. No es extraño que ellos miran a la religión y a sus defensores desde este punto de partida con sospecha y enojo. Frecuentemente sus sentimientos no paran aquí. Ellos son conscientes que estuvieron totalmente con fervor en su ansiedad religiosa y resoluciones en ese tiempo, y que ellos han sentido ejercicios extraños y profundos. Pero una amarga y mortificante experiencia les ha enseñado que su nuevo nacimiento y religión experimental por lo menos fue una decepción. Cuán natural es concluir que aquellos de todos los demás son decepciones también. Ellos dicen: ‘La única diferencia entre estos Cristianos fervorosos y yo es, que ellos no han detectado todavía el engaño como yo ya lo hice. Ahora no están más convencidos de su sinceridad y de la realidad de sus ejercicios que yo de los míos. Aún sé que no hubo cambios en mi alma; no creo que haya en las suyas.’ Tal es un proceso fatal de pensamiento a través del cual miles han pasado; hasta que el país es regado otra vez por encima con infieles, quienes han sido hechos tales por su propia experiencia de excitaciones religiosas espurias. Ellos pueden retener su hostilidad hacia sí mismos, pero todavía son endurecidos contra todas las impresiones salvadoras de la verdad. [6]

Dabney escribió estas palabras hace cien años ya, muchos días antes del “evangelismo masivo” y campañas demasiadamente organizadas. Si cien años atrás ya el país estaba “regado otra vez por encima con infieles, quienes han sido hechos por su propia experiencia de excitaciones religiosas espurias”, ¿cuál debe ser la situación hoy día? Esta es una pregunta seria para cada cristiano. Habiendo guiado a los hombres, aun sinceramente, a una esperanza falsa, será una condenación horrible para un cristiano cuando esté ante el Dios Todopoderoso.

Los llamamientos al altar

Uno puede leer miles de páginas de la historia de la Iglesia cristiana sin encontrar una sola referencia al “llamamiento convencional al altar” antes del siglo pasado. La mayoría de los cristianos se sorprenden al saber que la historia antes del tiempo de Charles G. Finney (1792-1875) desconoce totalmente este tipo de “invitación”. La práctica de urgir a los hombres y a las mujeres para hacer un movimiento físico a la conclusión de un servicio fue introducido por Finney en la segunda década del siglo diecinueve. El Dr. Albert B. Dod, un profesor de teología del Seminario de Princeton en el tiempo del ministerio del Sr. Finney, señaló lo nuevo de la práctica y mostró que este método era sin precedente histórico. En su análisis de los Discursos de Finney Sobre el Avivamiento, el Profesor Dod declara que uno podrá buscar en vano todos los tomos de la historia eclesiástica para encontrar un solo ejemplo de esta práctica antes de 1820. [7] En su lugar, la historia nos dice que cuando el Evangelio era predicado, los hombres eran invitados a Cristo, no para decidirse al final del sermón si hacer o no una acción física.

El Apóstol Pablo, el gran evangelista, nunca escuchó acerca de un llamamiento al altar, pero hoy día algunos consideran el llamamiento al altar ser una marca necesaria de una iglesia evangélica. En efecto, las iglesias que no lo practican son frecuentemente acusadas de no tener preocupación por los perdidos. Ni Pablo ni Pedro concluyeron su predicación forzando sobre sus escuchas la decisión de caminar o no caminar. No solo lo es con la historia Eclesiástica entonces, pero con la historia Escrituraria también que el llamado al altar está en conflicto.

Uno podría preguntar, “¿cómo los predicadores del Evangelio por los previos mil ochocientos años invitaban a los hombres a Cristo sin el uso del llamamiento al altar?” Ellos lo hicieron de la misma manera como lo hicieron los Apóstoles y los otros testigos de la Iglesia primitiva. Sus mensajes estaban repletos con invitaciones para todos los hombres en todo lugar a venir a Cristo.

Ciertamente se tiene que admitir que el primer sermón de la Iglesia cristiana no fue concluido con un llamamiento al altar. Pedro en el día de Pentecostés concluyó su sermón con estas palabras: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”. Pedro paró. Entonces el registro divino nos dice: “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2.36-37). Esta respuesta fue el resultado de la obra del Espíritu de Dios, no de apelaciones astutas o presión psicológica. Aquel día los Apóstoles presenciaron la conversión de tres mil gentes.

C. H. Spurgeon invitaba a los hombres a venir a Cristo, y no al altar. Escúchele invitar hombres a Jesucristo:

“Antes de salir de este lugar respire una oración ferviente a Dios, diciendo, “Dios, sé propicio a mí, pecador. Señor, necesito ser salvo. Sálvame. Invoco Tu nombre…Señor, soy culpable, merezco Tu ira. Señor, no puedo salvarme a mí mismo. Señor, quiero tener un corazón nuevo y espíritu justo, pero ¿qué puedo yo hacer? Señor, no puedo hacer nada, ven y obra en mí el hacer Tu buena voluntad.

Tú solamente tienes el poder, yo sé
Para salvar a un miserable como yo;
¿A quién, o dónde podré ir
Si yo corriera de Ti?”


Pero yo ahora desde lo más profundo de mi alma invoco Tu nombre. Temblando, pero creyendo, me entrego totalmente a Ti, Oh Señor. Confío en la sangre y en la justicia de Tu amado Hijo…Señor, sálvame esta noche, por amor de Jesús.” Ve a tu casa solamente confiando en Jesús. “Me gustaría ir al cuarto de indagación.” Admito que a usted le gustaría, pero nosotros no deseamos ministrar a las pasiones de la superstición popular. Tememos que en esos cuartos los hombres son calentados para una confianza ficticia. Muy pocos de los que son supuestamente ‘convertidos’ en estos cuartos de indagación salen bien. Ve a tu Dios enseguida, aún donde te encuentras ahora. ¡Aférrate a Cristo, de una vez, antes de moverte una pulgada!” [8]

Las invitaciones tales como Spurgeon daba dirigiendo a los hombres a Cristo y no hacia los pasillos, son necesitadas hoy día. Los sermones de George Whitefield eran largas invitaciones a los hombres a venir a Cristo, no a un altar. Lo mismo se puede decir de la predicación de Jonathan Edwards, de los Reformadores y de los otros del pasado quienes han sido bendecidos con una cosecha de muchas almas usando los medios Escriturarios de invitar a los hombres a Cristo.

Hoy día el llamamiento al altar llegó a ser el clímax y la culminación de una reunión entera. Muchas estrofas de un himno usualmente se cantan, durante cual tiempo toda clase de apelaciones son hechas al pecador para que camine por el pasillo, y se da la impresión clara al pecador de que su destino eterno depende sobre este movimiento de sus pies. “Tal Como Soy”, el himno precioso, quizás más frecuentemente cantado para el llamamiento al altar, fue escrito en 1836 por Charlotte Elliot:

Tal como soy,
Sin más confianza que tu amor,
Ya que me llamas, acudí:
Cordero de Dios, heme aquí.

La frase, “Cordero de Dios, heme aquí”, ha sido usada extensamente para animar a la gente para “venir” por el pasillo. Pero es significante que la Srta. Elliott escribió el himno para los inválidos y que apareció por primera vez en un himnario preparado especialmente para ellos. [9] Para la Srta. Elliot, venir a Cristo no era caminar por un pasillo.

Aunque la mayoría que usa el llamamiento al altar reconocen que venir a Cristo no es sinónimo de venir al altar, ellos dan la impresión a los pecadores que el primer paso en venir a Cristo es caminar por el pasillo. Yo a propósito soy muy cuidadoso para no confundir el caso. Comprendo la sinceridad de aquellos que practican el llamamiento al altar, siendo ello una parte de cada servicio de mi temprana memoria hasta que fui al colegio. En verdad, crecí dentro de círculos cristianos sin saber que el cristianismo evangélico existió sin el llamamiento al altar. En muchos servicios, durante este tiempo, mi mente estaba centrada en la persona gloriosa de Cristo y Sus sufrimientos en la cruz, solamente para encontrar que el enfoque entero del servicio de adoración cambió repentinamente al concluir, en vez de ver las glorias y los sufrimientos de Cristo, a ver ahora el caminar un pasillo. Muchos otros han hablado de esta misma experiencia, que el llamamiento al altar y las apelaciones sagaces al final de las reuniones, la decisión de caminar o no caminar y la curiosidad de saber cuán muchos responderán, los ha distraído a ellos mismos de buscar a Cristo y de adorar a Dios en espíritu y en verdad.

¿Se acuerda como las multitudes físicamente siguieron a nuestro Señor Jesucristo hasta que Él comenzó a predicar algunas verdades no populares? Entonces las multitudes volvieron atrás (Juan 6.66). ¿Por qué? ¿No han venido con sus pies a Jesús? Sí, pero este no es el venir a Él, que es necesario para la salvación. Cristo dijo, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6.37). Y otra vez Él dijo, “Ninguno puede venir a mí, si el Padre…no le trajere” (Juan 6.44). En ninguno de estos ejemplos Jesús estaba hablando de un movimiento físico de pies.

Los hombres necesitan ser recordados de que venir a Cristo no es caminar por un pasillo hacia el frente, pero es entregarse uno mismo a Cristo para vida o muerte. Qué Dios cause a la iglesia a regresar a las Escrituras por sus métodos de ganar hombres a Cristo. Qué los pecadores sean exhortados, no para venir al frente de una reunión, pero para venir al Señor Jesucristo.

La predicación

La falsa enseñanza de “la Regeneración Decisional” ha contaminado aún la estructura del sermón. Jack Hyles, considerado por muchos ser una autoridad en la predicación, da el siguiente consejo a sus compañeros ministros:

Muchos de nosotros en nuestras predicaciones haremos tales declaraciones como, “Ahora, en conclusión…”; “Finalmente, puedo decir…”; “Mi último punto es…”… Estas declaraciones son algunas veces peligrosas. El pecador sabe cinco minutos antes de que usted termine; por lo tanto él se destierra y se prepara a sí mismo para la invitación y entonces él así no responde. Sin embargo, si su clausura es abrupta y una persona perdida no sospecha que usted está por terminar, usted puede treparse sobre él y él no tendrá tiempo para prepararse a sí mismo para la invitación. Mucha gente puede ser alcanzada usando este método.” [10]

Al leer esto por primera vez uno puede creer, o por lo menos esperar, que él no leyó bien al Sr. Hyles. La segunda, tercera y cuarta lecturas, sin embargo, confirmarán que el Sr. Hyles de hecho enseña que los hombres pueden ser convertidos a Cristo, como un resultado de algún método astuto que un ministro usa en su sermón, y que el destino eterno de uno puede ser determinado por el impulso de un momento inesperado. Esta idea que la salvación de un hombre pueda depender sobre él siendo atrapado y dando su consentimiento sin desearlo está en conflicto directo con lo que las Escrituras enseñan acerca de la recepción de Jesucristo. En realidad, la clase de predicación que trata atrapar a los pecadores resulta mayormente en traer a la gente a la religión, no a Cristo. ¿Puede haber cualquier más terrible resultado de un sermón que el traer a la gente a otra cosa que a nuestro Señor Jesucristo?

La predicación verdadera no es una estratagema astuta del hombre, pero una demostración del Espíritu de Dios, mientras la verdad de Dios es proclamada. Nunca olvidaré escuchando al Dr. David Martyn Lloyd-Jones ilustrando lo que la predicación verdadera es, con el recuento de la predicación de George Whitefield en la Iglesia de Jonathan Edwards:

“Allí estaba el genio de Jonathan Edwards escuchando a Whitefield, quien no era del mismo campo profesional, por supuesto, desde el punto de vista del genio y de la habilidad y sucesivamente. Pero mientras él escuchaba a Whitefield, su rostro, dice Whitefield, resplandecía. El rostro de Edwards resplandecía y las lágrimas rodaban sobre su rostro. Edwards estaba reconociendo esta nota auténtica y autoritativa, esta predicación. Whitefield estaba en el Espíritu. Edwards estaba en el Espíritu, y los dos estaban acoplados juntos. La congregación entera y el predicador eran uno en la mano de Dios. Eso es predicación. ¡Qué Dios nos ayude a practicarlo y experimentarlo!” [11]

La predicación de la cual estaba hablando el Dr. Lloyd-Jones y de la cual el Nuevo Testamento proyecta está muy removida de la treta fraudulenta usada en muchas de las predicaciones modernas. La predicación bíblica declara que los hombres no son nacidos de nuevo por la voluntad de la carne, ni por la voluntad del hombre, sino de Dios (Juan 1.13).

“La Regeneración Decisional” no trae a los hombres a Cristo de ninguna manera más que la Regeneración Bautismal. Es verdad que algunos son convertidos bajo tal predicación, pero esto es a pesar de los métodos falsos usados, no por razón de ellos. La Biblia es clara en su declaración de que solamente por el Espíritu de Dios los hombres pueden ser nacidos de nuevo. El arrepentimiento verdadero y la fe salvadora vienen por resultado del nuevo nacimiento y nunca son la causa del gran cambio. El arrepentimiento y la fe son los actos de los hombres regenerados, no de los hombres muertos en pecados (Efesios 2.1, 5). Sin embargo, Dios no obra por nosotros; Él no cree por nosotros; y Él ciertamente no puede arrepentirse por nosotros, Él no tiene pecado por el cual arrepentirse. Nosotros necesitamos personalmente, ‘a sabiendas y voluntariamente confiar en Cristo por la salvación’. Ni estamos diciendo que los predicadores no deberían urgir, ciertamente, deberían rogar con los hombres que se arrepientan y crean. Cualquier predicación que solo repasa los hechos del Evangelio sin llamar a los hombres al arrepentimiento y a la fe en Cristo como un Salvador poderoso y misericordioso de pecadores no es predicación bíblica.

Los Apóstoles enseñaron que Dios salva a Sus escogidos a través de la locura de la predicación. Todos los métodos nuevos diseñados por el hombre pueden solo llegar a ser bastante limitados de este medio ordenado para convertir al pecador. La Iglesia debería abandonar sus invenciones carnales y ser una vez más guiada por las enseñanzas de las Escrituras si espera que Dios bendiga sus esfuerzos y multiplique su cosecha. El medio Escriturario para evangelizar es de predicar “a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1.23, 24).

La teología

Si es reconocida abiertamente o no, hay ciertas presuposiciones doctrinales que están debajo de los métodos usados en el evangelismo. ¿Qué clase de enseñanza, entonces, ha permitido que la Iglesia se aleje del cristianismo histórico y acepte estos inventos nuevos?

El nuevo nacimiento según nuestro Señor Jesucristo es la obra soberana del Espíritu de Dios en el corazón del hombre (Juan 3.8). Siendo en conflicto con la enseñanza de Cristo, uno de los antecesores de este evangelismo nuevo declara que “la Religión es la obra del hombre”. Esta es una declaración sorprendente, especialmente ya que se encuentra exactamente en la primera página de los Discursos sobre los Avivamientos de la Religión (Lectures on Revivals of Religion), el más influyente de todos los escritos de Charles G. Finney. [12] La gran diferencia teológica entre el evangelismo moderno y el evangelismo bíblico gira alrededor de esta pregunta básica, si la religión verdadera es la obra de Dios o del hombre. En su mejor lado, la doctrina de “la Regeneración Decisional” atribuye el nuevo nacimiento parcialmente al hombre y parcialmente a Dios.

J. H. Merle d’Aubigne (1794-1872) en su historia de la Reforma en Inglaterra declara:

“Creer en el poder del hombre en la obra de la regeneración es la gran herejía de Roma, y desde ese error ha venido la ruina de la Iglesia. La conversión procede de la gracia de Dios solamente, y el sistema que atribuye parcialmente al hombre y parcialmente a Dios es peor que el Pelagianismo.” [13]

Uno de los más grandes teólogos americanos, Charles Hodge (1797-1878), también señala el peligro de esta enseñanza:

“Ninguna doctrina más destructiva del alma puede ser mejor diseñada que la doctrina que los pecadores pueden regenerarse a sí mismos, y arrepentirse y creer solamente cuando se les place…Así como es una verdad de las Escrituras y de la experiencia de que el hombre no renovado no puede hacer nada de sí mismo para asegurar su salvación, es esencial que él sea traído a una convicción práctica de esa verdad. Cuando así está convencido, y no antes, él busca ayuda de la única fuente de donde puede ser obtenida.” [14]

En ambas declaraciones anteriores el énfasis se pone sobre la impotencia del hombre para ser nacido de nuevo, y la necesidad para que Dios cree la vida. Es especialmente en estas dos áreas que la doctrina de “la Regeneración Decisional” se desvía de la doctrina bíblica de la regeneración. Esto nos trae a la cuestión fundamental de “la Regeneración Decisional”: ¿Cuál es la condición espiritual del hombre?

¿Puede un hombre ser nacido de nuevo al contestar “sí” a cierta serie de preguntas? ¿Puede un hombre ser nacido “de lo alto” pasando al frente de un edificio? ¿Puede un hombre llegar a ser un cristiano verdadero respondiendo a una invitación como un resultado de ser atrapado de improvisto? Su respuesta a estas preguntas será determinada por su manera de ver la condición espiritual del hombre. ¿Cuál es el estado espiritual del hombre?

El gran teólogo escocés de antaño, Thomas Boston (1676-1732), muy vívidamente ilustró la condición espiritual del hombre comparando a la persona inconversa a un hombre en un pozo. Él puede salir del pozo una de las dos maneras: él podría con mucho esfuerzo y dificultad escalar los costados del pozo hacia afuera, que sería el camino de obras; o, él podría coger la soga de la gracia bajada por Cristo y ser sacado de su miseria. Sí, él puede decidir a salir por la soga del Evangelio, “pero ¡ay! el hombre no convertido está muerto en el pozo, y no puede valerse de ningunas de estas maneras.” [15]

El hombre está muerto espiritualmente en delitos y pecados y no puede agradar a Dios (Efesios 2.1; Romanos 8.8). Nuestro Salvador mismo proyectó la condición del hombre como una de impotencia total: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere…Ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre” (Juan 6.44, 65).

Este estado de muerte y esclavitud al pecado no puede ser cambiado haciendo una decisión o caminando un pasillo. Un hombre no puede hacerse a sí mismo un cristiano. Solo el Espíritu de Dios puede crear un hombre nuevo en Cristo. En su gracia Dios da a los hombres corazones nuevos. Solamente entonces ellos pueden voluntariamente arrepentirse y creer en el Señor Jesucristo. Dios mismo ha declarado esta verdad diciendo: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos…” (Ezequiel 36.26-27). Jesucristo también claramente dijo: “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Juan 5.21).

La grandeza del poder de Dios en salvar a los pecadores puede ser vista solamente contra el trasfondo de la condición desesperada del hombre. ¡Qué gloriosa doctrina es la del nuevo nacimiento para el pecador impotente! ¡Qué la Iglesia regrese a la doctrina bíblica para que así pueda evangelizar otra vez para la gloria de Dios!

¡Cuán impotente culpable la naturaleza está tendida
Inconsciente de su carga!
El corazón no cambiado nunca podrá levantarse
Para la felicidad y para Dios.
La voluntad perversa, las pasiones ciegas,
En sendas de ruina extraviadas;
Razón, degradada, nunca puede encontrar
La senda segura y estrecha.
¿Puede alguna cosa, debajo de un poder divino,
La voluntad obstinada domar?
Es Tuyo, Salvador Todopoderoso, Tuyo
El formar el corazón de nuevo.
¡Oh cambia estos corazones miserables nuestros.
Y dales vida divina!
¡Entonces nuestras pasiones y nuestros poderes,
Señor Todopoderoso, serán Tuyos!

—Isaac Watts

¿Qué debemos hacer?

No es tiempo de permanecer en silencio; es tiempo de hablar claramente. Hemos estado callados por mucho tiempo, de alguna manera pensando que si nos oponemos a estas prácticas no bíblicas nosotros podríamos impedir la obra buena del evangelismo, creyendo que entre las multitudes de “decisiones” haya algunas conversiones genuinas. ¡Pero con el pasar de cada semana miles son dirigidos a una esperanza falsa! Los hombres son ordenados a caminar por los pasillos cuando deberían ser orientados solamente a Cristo. El alto llamado a la predicación ha sido degenerado a una serie de arterías y tretas fraudulentas. Estas prácticas falsas han resultado por la perversión de la doctrina bíblica. En medio de esta confusión oremos para que Dios se plazca a revivir Su Iglesia de nuevo. Este avivamiento puede solamente venir a través de Cristo. Los hombres necesitan volver de nuevo a Sus instrucciones para ser guiados, a Sus invitaciones libres a los pecadores y a la predicación de Su Evangelio. Solamente entonces nuestras labores traerán gloria a Dios; y si Dios permite, muchos pecadores serán convertidos para Su gloria.

[1] La frase “otra vez” o “de nuevo” puede traducirse mejor como “de lo alto.” Esto señala la última fuente del nuevo nacimiento, el Trino Dios.
[2] C. H. Spurgeon, The New Park Street Pulpit (London, 1964), Vol. 6, p. 171.
[3] Jack Hyles, How to Boost Your Church Attendance (Grand Rapids, 1958), p. 32-35.
[4] lain H. Murray, The Forgotten Spurgeon (London, 1966), p.110.
[5] Ibíd., p. 111.
[6] Robert L. Dabney, Discussions: Evangelical and Theological (London, 1967), Vol.2, p.13.
[7] Albert B. Dod, “The Origin of the Call for Decisions”, The Banner of Truth Magazine (London, Dec. 1963). Vol. 32, p. 9.
[8] Murray, The Forgotten Spurgeon, p.107-109.
[9] John Julian, A Dictionary of Hymnology (London, 1907), 609.
[10] Hyles, How to Boost Your Church Attendance, p. 43-44.
[11] Registrado en taquigrafía de un sermón, “The Responsibility of Evangelism”, predicado en Grace Baptist Church, Carlisle, Pa., en Junio, 1969.
[12] Para la declaración más clara de la teoría de la regeneración de Finney lea su sermón, “Sinners Bound To Change Their Own Hearts”, Sermons on Various Subjects (New York, 1835). Para una examinación detallada de la teología de Finney vea “Review of Lectures on Systematic Theology”, The Biblical Repertory and Princeton Review (Philadelphia, 1847), Vol.19, p.237-277; también Benjamin Breckinridge Warfield, “The Theology of Charles G. Finney”, Perfectionism (Philadelphia, 1967), p. 166-215.
[13] J. H. Merle d’Aubigne, The Reformation in England (London, 1962), Vol.1, p.98.
[14] Charles Hodge, Systematic Theology (Grand Rapids, 1970), Vol.2, p.277.
[15] Thomas Boston, Human Nature in Its Fourfold State (London, 1964), p.183.

Desde 1980, el Dr. James E. Adams ha sido pastor de la congregación en la Iglesia Cornerstone en Mesa, AZ, después de haber servido varios años como misionero en Colombia. Sigue participando activamente en el trabajo de misiones y literatura en Colombia, México, Nicaragua, Cuba, Argentina y otros países latinoamericanos.