El Evangelio en Su contexto (II)

3. La Oferta Bienintencionada Universal de Salvación como contexto de las palabras de la Oferta de Salvación

La Oferta Bienintencionada Universal (o libre) de Salvación es la enseñanza que inculca que el Evangelio, con su llamado de arrepentimiento, se ofrece con la intención sincera de que los pecadores se arrepientan y sean salvos, independientemente de si son elegidos o no.

Fundamento Bíblico

En el libro de Juan se nos enseña que el fin de la predicación es la Salvación de los oyentes, independientemente de su elección, cuando el Señor le dice a los judíos que les contaba el Evangelio para que fuesen salvos (Juan 5.34b). Se debe destacar que estos no eran solo judíos elegidos, demostrado en que procuraban matarle (Juan 5.18) y que algunos de ellos habrían de aceptar falsos Mesías (Juan 5.43).

Por otra parte, en el libro de Hechos, en el contexto de la predicación evangelística de Pablo a los griegos, él les predica que Dios manda a todos los hombres, en todo lugar, que se arrepientan (Hechos 17.30). Se debe destacar que cuando Pablo dice “todos”, esto debe ser entendido como todos y cada uno de los hombres y no a todo tipo de hombres, excluyendo a algunos. Esto lo podemos ver por el contexto. En los versículos anteriores, dice que Dios da vida y aliento a “todos” (Hechos 17.25), y luego dice que Dios no está lejos de “cada uno de nosotros”. En el versículo posterior dice que Dios da fe del juicio de Cristo a “todos” y sería extraño pensar que, por el mismo hecho de la resurrección, Dios asegure solo a algunas personas de que Cristo va a juzgar el mundo y a otras no.

También, en el libro de Deuteronomio se nos enseña que Dios puede anhelar que personas tengan bendición espiritual, sin necesariamente dárselas, cuando dice “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (Deuteronomio 5.29).

En el libro de Mateo se nos enseña del deseo de Dios de bendecir espiritualmente a personas que no quisieron su bendición, cuando el Señor dice a los representantes de Israel que muchas veces quiso juntar a sus hijos, como gallina que junta a sus polluelos bajo sus alas, pero no quisieron (Mateo 23.37).

En el libro de Ezequiel se nos enseña que Dios no quiere la muerte del impío, inclusive dice, la muerte del que muere (Ezequiel 18.23, 32).

En el libro de Mateo se nos enseña que muchos son los llamados, pocos los escogidos, en el contexto del deseo genuino de Dios que vengan, al punto en el que no aceptar su invitación incurre en su ira para con ellos (Mateo 22.14).

En el libro de Romanos se nos enseña sobre la disposición de Dios de salvar, en contraste con la rebeldía del humano, cuando dice que extendió sus manos a un pueblo rebelde y contradictor (Romanos 10.21).

En el libro de Salmos se nos enseña sobre la bondad y misericordias de Dios para con todos, sin excepción, cuando dice que es bueno para con todos y sus misericordias sobre todas sus obras (Salmos 145.9).

Importancia para el contexto

Al ofrecer Salvación, lo hacemos a cada una de las personas que nos oyen. No es un llamado al aire, solo para que los elegidos lo escuchen. Hay un mandato dado a cada uno de los oyentes sin excepción, de que se arrepientan y crean en Cristo para Salvación. Y como hay un mandato para todos, hay una obligación de parte de todos de arrepentirse y creer. Este es un llamado de amor que hacemos a todos, que es para la Salvación de cada uno, sin excepción.

Para entender la importancia y profundidad de esto, es importante que entendamos un poco de historia de la Iglesia y, en particular, sobre el hiper-calvinismo.

Hiper-Calvinismo

El hiper-calvinismo es un movimiento que acepta la conclusión de cierta objeción arminiana. La objeción es que Dios no puede responsabilizar al humano por aquellas cosas que no es capaz de hacer como parte de sus deberes religiosos. La idea es que, si el humano pecador no tiene naturalmente una habilidad para arrepentirse, como dicen los Reformados, entonces no puede ser responsabilizado por desobedecer el llamado de arrepentirse hasta que sea regenerado y pueda responder.

La respuesta formulada por John Hussey en 1707, un ministro independiente, y luego promovida por John Briar, fue lo que originó el hiper-calvinismo. Hussey, básicamente, aceptó la conclusión arminiana y postuló una justificación bíblica errónea diciendo que, como el humano fue creado para la santidad y la justicia, y el arrepentimiento corresponde con el pecado, entonces el humano no tenía una habilidad para arrepentirse. Por tanto, los únicos que deben arrepentirse son los que tienen garantía de que están siendo llamados eficazmente y regenerados por Dios, es decir, aquellos que pueden arrepentirse.

Esto logró que se viera el llamado universal como una esperanza falsa dada a los reprobados, como una predicación de mentiras, esencialmente.

La doctrina de la elección que Dios nos reveló para nuestra paz, se convirtió en una fuente de preocupación: “¿Seré elegido por Dios?”, “¿Tendré las marcas de la elección?”, y cosas similares. Los pecadores terminaron buscando esperanza en lo que hay dentro de ellos, en vez de buscarla fuera de sí, en el Señor. Por otra parte, algo que debía promover el atrevimiento para predicar, se convirtió en una excusa para no hacerlo.

Este movimiento fue muy influyente y produjo una terrible disminución del evangelismo y, posiblemente, sea una causa de la desaparición de la predicación regular del Evangelio en las Iglesias. Cabe destacar que luego se fueron levantando otros argumentos para justificar el hiper-calvinismo; vamos a mencionar dos:

  • El primero es que no se puede decir que Dios quiere salvar a los que no quiere regenerar, es decir a los reprobados;
  • El segundo es que no se puede ofrecer Salvación a los reprobados, porque el Señor Jesús no pagó por ellos.

Es importante, por tanto, dar respuesta a estas objeciones para comprender la importancia de la Oferta Bienintencionada Universal del Evangelio como contexto de las palabras de la Oferta de Salvación.

Cabe destacar en este punto que, los que básicamente detuvieron el avance del hiper-calvinismo y a quienes debemos principalmente una refutación a estos argumentos, es a Jonathan Edwards y luego a Andrew Fuller. Estos varones fueron usados por Dios para rescatar a la Iglesia del mal del hiper-calvinismo. Es en base a lo que ellos escribieron que estaremos presentando estas respuestas a las objeciones hiper-calvinistas.

a. Respuesta al argumento de que Dios responsabiliza a los que no pueden responder

El argumento es que, si los Reformados tienen razón en que el pecador no tiene una habilidad para arrepentirse ante Dios, entonces no pueden ser responsables de arrepentirse ante Dios hasta que puedan hacerlo. Este argumento se basa en un principio válido que es que la responsabilidad está atada a la habilidad de responder.

El que dio respuesta a este argumento fue Jonathan Edwards. En su libro de la Libertad de la Voluntad, detecta que este argumento es capcioso cuando habla de la habilidad del hombre para arrepentirse.

Es capcioso porque falla en hacer una distinción entre habilidad natural y habilidad moral para arrepentirse. La habilidad natural es lo que el humano puede hacer en virtud de las capacidades de su cuerpo y de su alma, como criatura creada a imagen y semejanza de Dios. Esto se refiere, por ejemplo, a poder saltar, correr, pensar lógicamente, confiar en personas, etcétera. La habilidad moral es lo que el humano puede hacer en virtud de sus motivaciones, pensamientos y emociones particulares, en otras palabras, a lo que puede hacer con sinceridad, convicción y diligencia. Las habilidades naturales no dependen de la voluntad del humano, sino que lo que Dios puso en él, pero las morales dependen de la voluntad del humano.

A partir de esto, Edwards plantea que la postura Reformada solo niega que los seres humanos tienen una habilidad moral de responder al Evangelio, pero afirma que tienen una habilidad natural. En otras palabras, ningún pecador capaz de entender el Evangelio, puede decir como excusa que rechazó el Evangelio porque su cuerpo o su alma caída no le dieron posibilidad de arrepentirse.

Imaginemos que un rey le ordena a una persona que se levante de una silla. Si la persona está amarrada y quiere levantarse con sinceridad, convicción y diligencia, entonces sería injusto que fuese responsabilizada por no levantarse. Esto nos ilustra no tener la habilidad natural de arrepentirse. Pero si no está amarrada, sino que la silla es tan cómoda, que la persona no tiene sinceridad, ni convicción, ni diligencia para levantarse, entonces sería justa su responsabilidad por no levantarse. Ahora imaginemos que no existe ninguna cosa en la creación que haga cambiar de opinión a tal persona de levantarse de la silla. Esto nos ilustra tener una habilidad natural, pero no moral de arrepentirse.

La Palabra enseña que el amor del hombre por el pecado es tan grande, que nada creado puede producir esa sinceridad, convicción y diligencia para que se arrepienta. No le falta nada en su cuerpo ni en su alma para poder arrepentirse. Sino que, el pecador voluntariamente rechaza toda influencia natural que lo guía a Dios, incluyendo la influencia de su propia alma, que tiene la imagen de Dios (Romanos 1). Dicho de otra manera, cuando decimos que el pecador no tiene la habilidad moral de arrepentirse, nos referimos a que es de tal manera injusto que no acepta que nada ni nadie, ni aun él mismo lo persuada de arrepentirse. A esto nos referimos al hablar de que no tiene una habilidad moral y, por esta razón, necesita que Dios intervenga para persuadirlo milagrosamente, por el poder regenerador del Espíritu. Por tanto, en base a esta habilidad natural, el humano sí tiene una responsabilidad delante de Dios de arrepentirse y creer en el Señor para Salvación.

Entonces, al hacer la distinción entre habilidad moral y natural, tenemos un fundamento para ignorar la objeción arminiana y extender, sin esa preocupación, la oferta a todos los oyentes. Cabe destacar, que esta distinción fue introducida por primera vez en la historia de la teología por Edwards. No había sido necesaria hasta que apareció el hiper-calvinismo.

Esto va a ser importante, porque algunas cosas de las que diremos más adelante podrían producir cierto ruido a los que no están familiarizados con esta controversia. También es información útil al considerar las palabras de los teólogos previos al siglo XVII y anteriores respecto de este tema, porque ellos no se tuvieron que enfrentar a estas cosas.

b. Respuesta al argumento del deseo de Dios de salvar y no de regenerar

El argumento es que, si los Reformados tienen razón en que Dios no desea regenerar a los reprobados para Salvación, no puede desear la Salvación a los reprobados en la Oferta de Salvación. Este argumento está basado en el principio lógico de no contradicción.

El problema de este argumento es que sufre lo mismo que el anterior, en que no hace una distinción necesaria. La distinción necesaria en este punto es entre la voluntad secreta (o decretiva) y revelada (o prescriptiva) de Dios. La voluntad secreta es el plan de Dios para con la historia de la creación y la voluntad revelada son los mandamientos que le reveló a los humanos.

Una manera útil de entender esta distinción es usando la analogía del escritor, en donde Dios es el autor de un libro, pero además se representó a sí mismo como personaje en Su Libro de tal manera de que sus personajes (que somos nosotros) lo conozcan.

A la luz de esto, la voluntad secreta es lo que Dios quiere como autor para sus personajes, mientras que la voluntad revelada es lo que el personaje de Dios quiere con los personajes de su obra. Esta dinámica es la que vemos cuando José, como Faraón le dice a sus hermanos que lo que ellos habían pensado o encaminado a mal, Dios lo había pensado o encaminado a bien (Génesis 50.20). Dios reprueba la acción de los hermanos, pero a la vez la decretó para el bien.

Por tanto, en nuestro caso, la dinámica es que fue el deseo de Dios como autor, escribir que su personaje deseara salvar a todos los oyentes, pero a la vez que ese deseo no fuera cumplido. En palabras más teológicas: Dios decretó en la eternidad hacerse presente en la creación con un deseo de salvar a todos los oyentes pero, a la vez, que este deseo no fuera cumplido por la voluntad perversa del hombre.

Así, afirmamos que, en términos de sus exigencias reveladas a hombres pecadores, Dios quiere que sean cumplidas; pero en términos de lo que decretó eternamente, Él no quiere que sean cumplidas. De esta manera, no hay contradicción y queda resuelto este problema. Pero esto podría significar otro problema para algunos: Si Dios decretó que el pecador rechace el Evangelio, ¿por qué es responsabilizado el pecador? ¿No debería Dios ser tenido por responsable?

Este es un argumento que pone en contrariedad a la Soberanía de Dios con la responsabilidad del humano.

c. Respuesta al argumento de la Soberanía de Dios como contradiciendo a la responsabilidad del humano

Hay dos respuestas complementarias para esto. La primera respuesta es que, así como un autor no es moralmente responsable por lo que hacen sus personajes, Dios como autor, no es moralmente responsable por lo que hagan los humanos. Sería absurdo pensar en un escenario en donde un autor es responsabilizado por lo que hacen sus personajes en la historia que crea, especialmente sus villanos. Más ridículo aún, que los que juzguen sean sus mismos personajes que dependen de Él para toda su existencia. Aún más ridículo, que sus jueces sean los villanos de su libro.

Así de absurdo sería que Dios sea responsable ante sus criaturas como Creador Soberano. O, en palabras del Apóstol Pablo: “Oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?” (Romanos 9.20-21).

La segunda respuesta es que, por condescendencia, la presencia de Dios en la creación o Dios como personaje, se hace moralmente responsable por sus compromisos para con el humano. Y como Dios es fiel a sus pactos, se hace responsable por estos, pero también hace responsable al humano por lo que lo mandó a hacer. Entonces, la única manera en la que el humano podría culpar a Dios por su rechazo de la Oferta de Salvación, es afirmando que, como presente en la creación, Dios no cumplió con su parte respecto del Evangelio. En otras palabras, la única manera en la que el hombre puede culpar a Dios por su rechazo, es diciendo que hay una deficiencia en el humano como criatura o en el Evangelio como mensaje divino que no permiten que él se arrepienta.

Pero ya vimos que lo primero es falso. No hay una deficiencia en el hombre al respecto, porque el hombre tiene una habilidad natural para arrepentirse. Por tanto, no hay ningún defecto involuntario en su cuerpo o alma que lo limite para arrepentirse, así que no tiene tal cosa. Y respecto de lo segundo, no hay ninguna deficiencia en el mensaje divino que no permita que se arrepienta. Por ejemplo, alguno podría decir que el mensaje del Evangelio no tiene el poder suficiente de por sí, como para que uno crea en Cristo para Salvación con solo escucharlo y sin la obra del Espíritu Santo. Por tanto, sería deficiente para llevar al arrepentimiento. Pero esto no es así. El Evangelio de por sí tiene toda la autoridad, conocimiento y emotividad necesaria para llevar al alma humana al arrepentimiento para Salvación. Esta operación es una obra común del Espíritu, que hace por medio del Evangelio, y es dirigida a todos los que oyen el Evangelio. A esto hace referencia el libro de Hebreos cuando habla de algunos que habían sido iluminados por el Espíritu, pero luego habían vuelto al judaísmo. En otras palabras, el poder del Evangelio de por sí los influenció, pero esto no estaba acompañado de una obra de Regeneración, por eso pudieron caer.

Así que, el obstáculo para que se arrepienta el humano es su propia voluntad caída.

Entonces, lo que hace el Espíritu Santo en la Regeneración, no es darle al Evangelio un poder que no tenga de por sí, sino que es quitar el obstáculo en el pecador para que ese poder opere en su alma para Salvación. La Confesión Bautista de Fe de 1689, también afirma esto del Evangelio en el Artículo XX, Párrafo 3, en donde plantea que el Evangelio es completamente suficiente de por sí para revelar a Cristo y la Gracia salvadora a los pecadores, pero que por su muerte espiritual, además necesitan una obra interna del Espíritu Santo para responder apropiadamente. Si es suficiente para revelar a Cristo, entonces es suficiente para que un humano crea en Él haciendo uso de su habilidad natural.

Esto significa que el Evangelio no tiene ninguna deficiencia para con nadie. Entonces, si la deficiencia no está en el Evangelio, y no está en la constitución del hombre, concluimos que Dios, en cuanto a su presencia en la creación, tiene todos sus compromisos al día al ofrecer Salvación a pecadores. Por tanto, el único responsable que queda del rechazo al Evangelio, es el mismo pecador, por su voluntad depravada.

Con esto entonces, nos libramos de esta objeción, pero no completamente, porque alguien podría decir que la suficiencia del Evangelio para llevar al arrepentimiento no se condice con la Expiación limitada. Para que sea suficiente de por sí para llevar a todos al arrepentimiento, la muerte de Cristo tendría que ser suficiente también para proveer la Salvación que acompaña a este posible arrepentimiento. En otras palabras, la objeción es que la Expiación limitada no se condice con la Oferta Universal.

d. Respuesta al argumento de que la Expiación Limitada contradice la Oferta Universal

Este argumento dice que, como la muerte de Cristo solo fue un pago por la Salvación de los elegidos, no es suficiente para los que no fueron elegidos por Dios para Salvación. Por tanto, la Oferta Universal es deshonesta. Este argumento se basa en el principio válido de que ofrecer algo sin la disposición de darlo es deshonesto.

La debilidad de este argumento, es que ve la Redención como una compra, como una transacción comercial, pero la muerte de Cristo no es una compra propiamente tal.

Es cierto que la Palabra usa la analogía del pago de una deuda para hablar de la muerte de Cristo, pero esta no es su naturaleza, es una analogía que nos ayuda a entender la Salvación. Su naturaleza es una satisfacción judicial, como decíamos. Se parecen en que ambas satisfacen una condición que amerita una respuesta de parte del receptor del pago. No es algo dado, por sí acaso. Pensar en la muerte de Cristo como un pago comercial da una mala visión de lo que es la Expiación limitada.

Una mala visión de la Expiación limitada es pensar que, en su muerte, Cristo sufrió tanto sufrimiento, por tantos pecados, por tantas personas y que el resultado de esto es que solamente hay una provisión de Salvación para esas personas y nada más. Pero la muerte de Cristo no fue un pago comercial, sino que una cumplimiento satisfactorio de exigencias judiciales y, por tanto, recibe una recompensa de parte de la justicia conforme a sus condiciones.

La Expiación limitada refiere a tres cosas, entonces:

  • Primero, a que la razón por la que Cristo sufrió fue que se le imputaron los pecados de una parte de la humanidad, que son los elegidos de Dios;
  • Segundo, al hecho de que Cristo murió con el propósito de salvar solo a una parte de la humanidad, a los elegidos de Dios;
  • Tercero, al hecho de que su muerte garantiza infaliblemente la aplicación de sus bendiciones salvíficas exclusivamente a sus elegidos.

Pero esto no debe ser confundido con la idea de que no hay una provisión de Gracia para los reprobados. Los calvinistas de antaño, del Sínodo en donde se formularon los Cánones de Dort, que son la base de los 5 puntos del calvinismo, se aferraron a la siguiente fórmula tradicional respecto de la muerte de Cristo:

Cristo murió suficientemente por todos, pero eficazmente solo por los elegidos.

Dicho de otra manera, Cristo no sufrió tanta aflicción por tantos pecados, por tantas personas, lo que corresponde con un pago comercial que solo puede salvar a los comprados por el pago. Cristo sufrió una aflicción equivalente a la merecida por el pecado de sus elegidos, pero que a la vez tiene méritos infinitos, porque el que sufrió tiene una dignidad infinita. Porque el que sufrió es el Hijo divino, Dios encarnado. Y, por decirlo de una manera, su sufrimiento vale infinitamente más ante la justicia de Dios que el sufrimiento de cualquier número de humanos. Y como tiene méritos infinitos, es capaz de salvar a infinitas personas por medio de la Fe. Dicho de otra manera, el hecho de que al Señor se le hayan imputado los pecados de los elegidos solamente, no limita el poder que su muerte tiene de por sí para salvar a toda la humanidad por medio de la Fe.

Entonces, decimos que Cristo murió para que los elegidos consiguieran dos cosas: Primero, a su muerte como un objeto público en el que tener Fe salvífica; y segundo, la Regeneración que produce la Fe salvífica.

Pero, su muerte es un objeto público disponible para todos, incluyendo a los reprobados. Y el punto que queremos hacer, es que los méritos de la muerte de Cristo son tan bastos, tan satisfactorios de la justicia de Dios, que aún si los reprobados tuvieran Fe en este objeto, serían salvos. Y lo que quiere Dios es que usen su habilidad natural para que efectivamente sean salvos por la Fe. Por tanto, no hay ningún problema en que Dios ofrezca Salvación a los reprobados, aun considerando la Expiación limitada.

Hay una analogía útil para explicar como ver la Oferta Universal:

La humanidad está en un barco que está hundiéndose. El Señor quiere ir a salvar a sus elegidos así que trabaja para conseguir un barco. El precio de un barco en donde caben sus elegidos es su muerte y resurrección. Pero como su muerte y resurrección tienen un precio infinito y no puede ser disminuido, consigue un barco en donde cabe toda la humanidad y sobra espacio. Entonces, llegando al barco que se hunde, por Su amor, invita a todos a Salvación, mas sabiendo que solo entrarán los elegidos de Dios por su obra de Regeneración.

Desde esta perspectiva, en su propósito para salvar solo a los elegidos, Dios bendice a toda la humanidad de manera incidental y una de esas bendiciones es la Oferta de Salvación. Así, nos libramos virtualmente de todas las objeciones del hiper-calvinismo y procedemos a ciertas aplicaciones.

Aplicaciones

¿Podemos llamar a todos los que nos oyen al arrepentimiento para su salvación? No solo podemos, sino que debemos. Sin embargo, no debemos hacerlo sin los cuidados necesarios.

Hay dos extremos en los cuales no debemos caer. Uno es predicar una muerte de Cristo que es suficiente para salvar a todos, pero que no tiene la intención de salvar a nadie en particular, sino que a todos en general, que sería la visión remonstrante (arminiana). Otra es predicar una muerte de Cristo que es solo suficiente para salvar a los elegidos, que sería la visión hiper-calvinista.

Por ejemplo, si predicamos diciéndole a todo el mundo que Cristo murió por ellos, les sugerimos que la muerte de Cristo fue con la intención de salvarlos a todos. Esto es problemático por varias razones. La primera es que es falso, porque el Señor murió con la intención de salvar a sus elegidos solamente. La segunda es que sugiere que Dios está intentando salvar a todos, pero no puede sin la ayuda del ser humano, generando una sensación de que Dios es impotente en algún sentido. La tercera es que devalúa la muerte de Cristo, porque sugiere que su muerte fue potencialmente en vano. La convierte en un mero intento potencialmente fallido de Dios. Esta es una forma adecuada al arminianismo de predicar el Evangelio, pero inconsistente con la Reforma.

Un ejemplo similar, es si decimos a alguien “Dios te ama” sin el contexto bíblico necesario, porque da la impresión, nuevamente, de que ese amor de Dios está conectado con la intención de Dios de salvarlo a él con la muerte de Cristo. Esto nos lleva a lo mismo que el caso anterior.

Otro ejemplo, es si predicamos con tal miedo de negar tácitamente la Expiación limitada, que no nos atrevemos a decir nada que conecte la muerte de Cristo con nuestro oyente. Convertimos todo en un hipotético, en donde, lo que realmente queremos decirle al incrédulo es: bajo la hipótesis de que tú eres un elegido, debes arrepentirte y creer en Cristo para Salvación. Esto es también problemático por varias razones. Por una parte, tal clase de predicación hipotética y dudosa no se encuentra en las Escrituras, sino que el llamado al arrepentimiento es para todos y cada uno de los oyentes. Por otra parte, porque si bien la muerte de Cristo fue con la intención de salvar solamente a los elegidos, sus méritos infinitos alcanzan para salvar a nuestro oyente por la Fe, independientemente de si es o no un elegido.

Por tanto, no hay ningún problema con decirle a cualquiera “cree en Cristo para que seas salvo” o “Dios quiere que seas salvo por medio de la Fe en Jesucristo”, o “la muerte de Cristo es suficiente para salvarte a ti por la Fe en Él”. Todo esto es cierto y no involucra decirles que Cristo murió con una intención de salvarlos. Basta con decirles que Cristo murió con el resultado, o de tal manera, de que pueden ser salvos por la Fe en Él, o algo con un contenido similar.

En resumen, el cuidado está en no confundir lo intencional de Cristo para con sus elegidos con lo incidental de Cristo para con los no elegidos. Por supuesto, sabemos que solo los elegidos serán regenerados y recibirán el don de la Fe, y no sabemos si Dios va a regenerar a nuestro oyente, pero lo que sí sabemos es que no es Dios el que lo detiene, sino que es su propia voluntad pecaminosa la que lo detiene. Más aún, como Dios lo manda a arrepentirse, es su obligación hacerlo.

Conclusión

  1. La muerte de Cristo es y salva por ser una Sustitución Penal.
    a. No predicamos a Cristo como otra cosa que no sea un sustituto penal;
    b. Porque creer en Cristo es creer en él como un sustituto penal;
    c. El poder salvador de la Fe está en el objeto correcto, y si sacamos la Sustitución Penal, quitamos el objeto correcto y tenemos un falso Cristo.
  2. La Justificación es una declaración de Dios de que los pecados de un pecador han sido efectivamente expiados por la obediencia de Cristo, la cual le es imputada, pero no como un salario al pecador, sino que como una gracia que es mediada por Cristo mismo, por medio de la Fe.
    a. No predicamos una justificación que transforma;
    b. No predicamos una justificación como un truco legal;
    c. No predicamos una justificación como un indulto;
    d. No predicamos la Justificación como algo que se da como deuda salarial al pecador;
    e. Predicamos que es por la Fe, sin ninguna obra, ni legal, ni evangélica que somos justificados;
    f. No confundimos la Fe con las obras que produce, pero predicamos una Fe que es efectiva en producir buenas obras y no una fe meramente intelectual.
  3. Llamamos a todos los que escuchan el Evangelio a arrepentirse para Salvación.
    a. Cuando llamamos al pecador al arrepentimiento y Fe, estamos expresando el deseo de Dios de que el pecador sea salvo;
    b. El pecador rechaza el llamado no por un defecto en su constitución dada por Dios, ni por un defecto en el Evangelio, sino que por su propia acción voluntaria. [Recordemos la ilustración de la silla];
    c. Dios es un autor y un personaje en la historia de la Salvación. Esta distinción debe mantenerse al considerar el deseo de Dios de que se cumpla Su voluntad de que haya arrepentimiento y Fe. [Recordemos la ilustración del escritor];
    d. La elección no limita el poder que la muerte de Cristo tiene de por sí, para salvar a los no elegidos por la Fe, aunque nunca llegarán a tenerla (precisamente porque no son elegidos). [Recordemos la ilustración del bote que se hunde];
    e. Por tanto, no predicamos a un Cristo que no tenía una intención especial en la Salvación, pero tampoco predicamos a un Cristo cuyos méritos no alcanzan para nadie más que los elegidos;
    f. Pero también, predicamos con denuedo, sin importarnos si le predicamos a un elegido o no, basándonos en la suficiencia de los méritos de Cristo para salvar a todo pecador por la Fe.

Esta es la segunda parte de la exposición realizada por el hermano Gabriel Juri, miembro de Iglesia Bautista Reformada de Temuco, en el contexto del Encuentro de Teología que realiza anualmente esta congregación, que se llevó a cabo el día martes 15 de agosto de 2023, cuyo tema fue: “Reavivando la predicación evangelística”.